Cuando hay Obras en la calle

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     Otro maravilloso día de paseo “tralariiii, tralaraaaaa”, tu perruc@ y tu paseáis al unísono, pata izquierda, pata derecha, los dos sois uno. Tu sabes cuando él se va a parar para mear y tú te paras antes de que te tire la correa y él sabe cuándo hay que girar y giráis sin necesidad de llamarlo ni de pegarle un tirón en toda regla. Hoy da gusto pasear con Boby, Pecas, Nika o como se llame nuestro compañer@. Creo que si ahora mismo en la calle sonara de fondo la banda sonora de Fiebre de Sábado Noche, la gente se giraría sólo para veros a vosotros, porque no paseáis, ¡coreografiáis la caminata!
De repente a lo lejos, hombres con chalecos fosforitos y cascos te hacen girar a la izquierda por un mini caminito externo que pasa por el medio de la carretera, el perrete se acojona vivo, esa gente que nos desvía no es humana, esos colores, esos cascos… y los coches ahora pasan muy cerca, casi se le mete el tubo de escape de una moto en la boca… intentas llamarlo para tranquilizar la situación pero la máquina excavadora del demonio, esa que ahora nos rompe los tímpanos y que llevan los hombres extraños empieza a agujerear la calzada y allí se desata la locura. El perro se desquicia, quiere ir para un lado o para otro, donde sea pero que lo saques de allí… la gente se pone nerviosa porque ve ese perro como un potro desbocado y no saben por dónde pasar, tu que intentas acortar la correa para tenerlo más cerca y controlado pero lo único que haces es ponerlo más nervioso porque tiene tus piernas muy cerca de su boca y se agobia. El resultado de todo este merder puede ser de dos tipos: el que me pasó a mi, que es cruzarse mis pies con sus patas y acabar las dos en el suelo, ( el día que me pasó eso, además de la leche que me pegué y de la chafamiento de órganos que le hice a la pobre Xula al caerme encima suyo, se le sumó el desgarro de mi espalda cuando la mujer que tenía detrás, al ver que me caía, intentó cogerme, no acertó con coger mi chaqueta, sino que me cogió también la carne de tal manera que casi me arranca el omóplato – agradezco pese a todo desde aquí, su bienintencionado gesto…-), o bien, puede acabar el perro saltando por algún lado, desesperado por salir de allí… no se le podría llamar suicidio, pero depende de dónde caiga tened cuidado.
A veces intento ponerme en la situación de que soy un perro y que mido tan sólo 50 cm y me desespero, sólo pensar en que vería únicamente zapatos, piernas y que me comería todas las porquerías a la mínima brisa, me desespera. Tenéis suerte si a vuestro perrete no le dan miedo las obras, porque si le dan miedo, más vale que vayáis por otra calle, y teniendo en cuenta que hoy en día el 50% de Barcelona está en obras, acabareis haciendo lo que yo… ¡¡ rutas caminandogueras!! 😛

Cuando hay obras en la calle, armaros de paciencia y relajad a vuestro perro… porque menuda tela que tienen.

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