Un día más, toca uno de aquellos paseos que tanto nos gustan, «tralariii tralaraaaa», contentos con nuestro perro, que ahora huele por aquí, hace pipi por allá… ahhh… que bonito, ahora que ya ha vaciado, puede andar más seguido y no buscando tanto un lugar donde marcar o donde soltarlo todo.
Confiamos en que el perro va tranquilo, que únicamente huele y nos relajamos… Nos encontramos a una vecina que hace tiempo que no vemos y nos paramos para charlar con ella… el perro saluda efusivamente y de repente huele algo y nos arrastra hacia el lugar de su interés. La vecina se ríe y nos sigue mientras seguimos hablando… Por fin el perro se para… seguimos de cháchara cuando de repente veo una mueca seguida de una cara de asco y de una arcada de nuestra interlocutora (es que es muy fina ella…), le preguntamos si se encuentra mal (más que nada con miedo a que si vomita lo haga encima nuestro) y levanta el brazo señalando hacia la dirección del perro… seguimos el dedo y cual es nuestra sorpresa (no porque nos extrañe, sino por el mal rato que nos hace pasar) cuando lo vemos zampándose una caca del tamaño de un caballo… el perro está en éxtasis y no hace caso de los gritos y de las estiradas de correa… ¡está a punto de llegar al Nirvana! Nos acercamos, le cogemos la cabeza y le decimos que tire lo que se está comiendo… el perro está como enloquecido porque intenta zafarse de nuestras manos para seguir con su comilona, así que lo cogemos y lo apartamos. La vecina está poniendo colonia en un pañuelo y se lo lleva a la nariz (os he dicho que esta vecina es muy pija, ¿verdad?), la conversación se ha terminado… no le veo la cara con el pañuelo pero diría que su cara es un poema… El perro está contento y mueve su cola satisfecho, aunque mira de reojo si ha quedado algo… no, plato limpio… volvamos con nuestra dueña. En un arrebato, el gorrino con pinta de perro se agita todo él para acabar de sentirse perfecto y cual es mi sorpresa cuando empiezan a salir algunos tropezones de sus belfos… uno de ellos va a parar a la falda de la vecina. Ella pega un pequeño gritito ahogado, el perro la mira moviendo la cola, yo sólo digo que lo siento e intento quitarle lo que allí se ha quedado con una bolsa para quitar la caca (adecuado, ¿no? ¡es que era lo que tenia más a mano!), ella dice que no, que no me moleste y se larga corriendo sin despedirse.
Miro al perro, el perro me mira contento y seguimos nuestro paseo… Yo sonrío, él se relame.
No hay nada que hacer cuando tu perro se pone a comer caca, hay que apartarlo de allí, obviamente, pero el mal ya está hecho. Intentad que no os pegue lametazos a posteriori, porque solo falta que nos llevemos algo de su manjar.
Tengo unas amigas q esto les pasa seguido ….
Jajajaja… si, es que es más habitual de lo que parece… mira, ayer mismo Xula se estaba deleitando con una de ellas… de verdad que no sé que narices les encuentran, pero no por ello voy a probar una eh? Ecsssss…