Salimos de paseo en un caluroso día de verano… «tralariii tralaraaaa», llevamos quince minutos caminando y notamos que nuestro peludo nos mira, la lengua para afuera saliendo por un costado de la boca. Tiene una sed de narices.
«¡No pasa nada pequeño! ¡Vamos a buscar agua que en Barcelona hay muchas fuentes y no nos costará encontrar una!» Y no nos cuesta no, porque a los cinco minutos la encontramos…»¡Mira, una fuente! ¿Lo ves? Perro de poca fe…», el perro se lanza hacia la estructura metálica, tu vas contento a apretar el botón y… nada… ni una gota. El gordo te mira contrariado, levanta la pata para meterse más adentro, pensando que así la pobre fuente se dará cuenta que pide agua… pero nada…
Vamos a buscar otra… aunque el perro no quiere irse porque sabe que allí, huele a agua y no entiende como no sale… estoy segura que piensa que el que no quiere darle agua eres tu… pero lo que haces tu es pensar rápidamente dónde puede haber otra fuente. Arrastrándolo como puedes te lo llevas de allí para ir a buscar otra. Y cuando la encuentras… ¡ZAS! ¡No hay agua! Pero vamos a ver… que está pasando aquí… ¿es un complot de Fuente Vieja para que compremos su agua en lugar de beberla de gratis? Cuando llevas cinco fuentes sin agua, el perro casi arrastrándose por el asfalto y con una distancia recorrida que podrías haber llegado ya a Blanes, decides que es mejor dejar de obsesionarse…¡pero un momento! Recuerdas que en un par de calles había otra fuente que… no se que nos da, nos ofuscamos con buscar agua y no pensamos que… podemos comprarla.
Y tras una hora de búsqueda de agua en la calle, decides que la única solución para la lengua de trapo de tu perro, es comprar una Fuente Vieja en un «Paki»… Y entonces viene la búsqueda infructuosa de un «paki», «badulake» o «súper», que parece que sepan que los buscas, porque de repente han desaparecido todos… ¿¡Porque!? Andas de vuelta todo lo que has recorrido buscando una fuente porque te acuerdas que al lado de tu casa hay una tienda de ultramarinos que tiene agua… Vas caminando otra hora de vuelta donde por el camino ¡No ves nada donde comprar agua!, y cuando estás llegando a casa, allí está, casi cantándote la dependiente con una fria botellita entre sus manos… la compras casi temblando, a tu perro le asoma una leve sonrisa con la poca fuerza que le queda… y te la llevas a casa que está justo al lado, para bebértela tranquilamente.
Después de bebértela y compartirla con tu amig@… te das cuenta que estás en casa… donde tienes más de cinco grifos disponibles con agua fresca. Da igual, el calor no te dejaba pensar con claridad, para otra ocasión te llevas una botella de litro y medio y listos. Este tipo de tonterías quedará entre tu y yo… 🙂